Por: Luis Gustavo Sánchez Pacheco, Tatiana Judith Hernández Paz, José Mario Granados Saravia, Fany Karina Palacios Maldonado.
Según las estadísticas oficiales en El Salvador hasta el año pasado habían 171 mil familias viviendo en condición de pobreza extrema.
En las profundidades de la Colonia Los Ángeles, de San Miguel, específicamente en la línea férrea, encontramos una calle sin pavimentar la cual se convierte en la puerta de entrada a la vida cotidiana de Silvia Lizbet Fuentes, una salvadoreña que ha vivido en este lugar por más de 20 años. Con solo haber alcanzado el tercer grado de educación primaria, Silvia se siente desolada ante la idea de no haber podido continuar sus estudios debido a problemas económicos y falta de interés.
Silvia comparte su hogar con sus hermanos y cuñados, aunque es un hogar humilde, con un ambiente tranquilo y familiar, Silvia es consciente de que la economía de su hogar es sumamente precaria. A pesar de que sus dos hijas han logrado graduarse de nivel básico y medio, su situación económica no les permite aspirar a más.
«Los precios de los alimentos están por las nubes», afirma Silvia. En su hogar, los frijoles y el arroz son la comida principal. Ella trabaja como lavandera y planchadora, mientras que su marido se dedica a vender productos. La falta de un vehículo propio hace que la movilidad sea complicada y tengan que depender del transporte público.
A pesar de las dificultades, ella tiene un gran deseo de superación. Hubiera querido ser maestra, pero su realidad económica no le permitió continuar sus estudios. Anhela que existan más oportunidades en el país para al menos trabajar en un hospital u otro empleo similar. Silvia suele comprar en tiendas locales, pues los precios de los supermercados están fuera de su alcance.

La historia de esta ciudadana es solo una de las muchas que se repiten en El Salvador, ya que además de Silvia, también nos encontramos con el caso de don Clemente, un señor de aproximadamente 80 años, quien vive en una casa de lámina en condiciones precarias. No tiene mucho que comer, y nadie le ayuda económicamente. Convirtiéndolo así en uno de los muchos ancianos que viven en la pobreza extrema en el país.
La situación de la pobreza en El Salvador es desesperante. Los pocos esfuerzos para combatirla han ocasionado que muchas personas sigan viviendo en condiciones extremadamente precarias.
Aunque existen programas gubernamentales para combatir este flagelo social, son insuficientes para abordar las profundas desigualdades económicas que aquejan al país y es que, según la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples del Banco Central de Reserva, en la actual gestión gubernamental, 53 mil nuevas familias salvadoreñas se suman a los hogares pobres en el país.
En cuanto a la pobreza extrema, los datos son aún más alarmantes, puesto que los hogares que viven en esta condición se duplicaron desde el 2019, cuando había 87 mil familias en extrema pobreza que representaba el 4.5% a 171 mil hogares hasta el año pasado, que representa el 8.6%.

“Se necesita un compromiso más fuerte para abordar las desigualdades económicas y ofrecer oportunidades a las personas más vulnerables”, coinciden Silvia y don Clemente.
La pobreza y la falta de oportunidades son una realidad que golpea fuertemente a las familias salvadoreñas y que hace que el sueño de una vida mejor se vea lejano e inalcanzable para muchos los salvadoreños.