Autora: Alejandra Lovo
La doctora ahora también enseña a futuros doctores la importancia de aliviar el dolor de físico de los demás.
Una mujer dulce, sonriente, sensible al dolor humano, comprometida con la medicina, así es la doctora Damaris Simey Pleitez, que actualmente labora en la universidad Gerardo Barrios como médica consultante de la clínica universitaria.
La médica, también se desempeña como docente en la Facultad de Ciencias de la Salud; impartiendo diversas cátedras en la carrera de Doctorado en Medicina. También está pronta a titularse como máster en epidemiologia.
Pleitez compartió que desde muy temprana edad se despertó su deseo de estudiar en el área de la salud, específicamente en quinto grado; ya que le llamaba mucho la atención las materias de ciencias. Y aunque su primera opción fue enfermería, no pudo hacerlo ya que en la Universidad Nacional no tenían esa carrera, así que al final se decidió por estudiar doctorado en medicina, aplicó, fue aceptada y ahí fue donde inició la travesía de su vida por una carrera muy demandante.
“Cuando entré éramos 248 estudiantes, en mi segundo año de la carrera aplique para una beca, gracias a Dios me la dieron, terminé el área básica sin ninguna dificultad, pero al ingresar al ciclo clínico presenté varias dificultades de salud, no solo mía, sino de mi familia”, dijo la doctora.

Explicó que su madre fue diagnosticada con cáncer y eso afectó profundamente su carrera pues debió priorizar por la salud de su madre.
«Fue algo que a la larga me pasó factura. Ya no podía lidiar con toda la carga académica”, recordó la médica.
Durante un punto de su vida, bajo todas las circunstancias que atravesó dejó una materia, sus padres se trasladaron a vivir a la capital; y aunque siguió estudiando ya no llevaba todas las asignaturas, pero eso le dio la oportunidad de poder tener varios empleos en distintas áreas.
“Trabajé en una zapatería, en una librería, en una oficina contable e incluso haciendo piñatas, durante ese tiempo ahorraba un poco y seguía estudiando, me trasladé un tiempo para San Salvador por la enfermedad de mi mamá, posteriormente regresé a San Miguel para hacer mi internado, para ese entonces ya me había casado y tenía una hija, y en 2015 me gradué”, sostuvo la doctora.
Señaló que terminar la carrera fue todo un reto y que es imposible culminar una carrera tan demandante sin contar con el apoyo de la familia o personas cercanas que motiven a no rendirse a pesar de las circunstancias.
“Mi familia fue un pilar fundamental, tanto mis padres como mi esposo, los primeros años de mi hija mi esposo se encargó la mayor parte del tiempo con ayuda de mi suegra, a veces yo llegaba más dormida que despierta, pero no me di por vencida”, aseguró la profesional de la medicina.
La clave para mantener el equilibrio en su vida fue no perder el tiempo y dedicar a cada labor su espacio, sin que una interrumpiera en la otra.
“Cuando llegaba a casa trataba de dedicarle tiempo a mi familia, lo más importante es el tiempo de calidad, el trabajo siempre es demandante pero no es imposible ser médico, docente y madre; pero hay que tener mucha convicción porque al final se cosechan los frutos”, agregó la doctora.
Ahora, tras siete años en el ejercicio de la medicina, además es madre de dos niños y aseguró que cada sacrifico ha valido la pena pues disfruta de un hogar, y ayuda a otros, no sólo curando las dolencias como médica, sino además entrenando a los nuevos doctores que servirán al país.
“Uno aprende que puede ser más fuerte en medio de las dificultades”, reiteró con satisfacción la doctora Pleitez.