Los días corren rápido en las cañeras, pero el trabajo parece no terminar.
El reloj de Román Bernal de 57 años marca las 4:00 de la mañana, el hombre sabe que es momento de levantarse y comenzar su jornada en la finca Los Cocos, de Eregüayquín, Usulután, de la cual es dueño.
Prepara su comidera donde lleva el desayuno y su cantimplora con agua fresca para ponerla en su maletín, pues sabe que el día no será nada fácil y necesitará de energía extra para poder afrontar la tan pesada tarea de cortar y halar caña de azúcar, producto que cultiva desde hace años en su finca.
La oscuridad de la madrugada aún lo cobija cuando llega al campo a las 5:30 para reunirse con sus 10 trabajadores, que armados de cumas y machetes comienzan la faena, pues saben que deben comenzar para aprovechar esas horas frescas del día para avanzar.
El ruido de la caña que sede ante el filo de los machetes se mezcla con el de los motores del tractor de Bernal, generando una sinfonía única que sólo en el campo se produce.
Luego de unas horas de arduo trabajo, cada uno de los afanados agricultores toma un pequeño descanso para tomar una merienda e hidratarse para recuperar algo de la energía invertida en esas primeras horas laborales.

Son las 9:00 de la mañana, pero en la finca parece que el día marcha muy rápido y el trabajo luce interminable; ahí inicia la segunda jornada de labores, todos se preparan para la etapa de cultivo y riego de abono del cañal, mientras a vuelta de rueda el tractor avanza, ellos se encargan de tirar y abonar cada centímetro arado.
El implacable sol baña a los trabajadores en el cañal mientras las horas más críticas se presentan cada minuto con más fuerza. Los trabajos no paran.
“Para poder lograr todo lo que tengo, me tocó emigrar por un par de años a los Estados Unidos, con el fin de sostener a mi familia y comprar unas cuantas manzanas de tierra para ahora poder tener mi finca y realizar la siembra de caña de azúcar”, comenta Bernal mientras continúa con sus tareas agrícolas.
El cuidado de la caña es un largo proceso que requiere riego constante, abono a su tiempo para cosechar un producto sabroso que luego convierten en azúcar en grano, pero para esto deben luchar contra diferentes plagas que amenazan cada cosecha.
A las 4:00 de la tarde, cuando el sol comienza a palidecer, el cañero Bernal acompañado de sus trabajadores despiden su día laboral exhaustos, pero con la satisfacción de haber cumplido con la labor diaria.