La maestra cerró su carrera en uno de los principales centros educativos del municipio. Su mejor regalo de retiro fueron las palabras de sus alumnos, las que aseguró aún guarda en su corazón.
La profesora Nidia Castro, ahora de 69 años, dedicó los mejores años de su vida a la noble labor de enseñar a las nuevas generaciones de su querido Eregüayquín, en el departamento de Usulután.
Su trabajo como docente inicio en 1981 en el Centro Escolar cantón El Trillo, en el departamento de Usulután a los 28 años, y luego de 38 años de trabajo llenos de experiencias, y profunda entrega como maestra, Castro afirmó que enseñar es también aprender.
La ex docente del Centro Escolar de Ereguayquin, vivió su último día del maestro tras jubilarse el 22 de junio del 2013, y conserva intactos en su memoria los recuerdos de lo que fue un proceso colmado de amor y aprendizaje.
Nacida y criada en el centro del municipio de Ereguayquin, un pueblecito del departamento de Usulután, que en aquel momento contaba con un aproximado de 500 habitantes.

La infancia de la profe Castro fue muy dura, pero gracias al esfuerzo de sus padres pudo lograr su sueño que desde niña fue convertirse en maestra.
Lo más importante para la exdocente fue transmitir a los niños que pasaron por sus aulas los buenos valores,tal cual lo hizo con sus dos hijos.
“Siempre trabajamos para que entre ellos sean solidarios, buenas personas, y también con los demás, las buenas costumbres, como la responsabilidad y el respeto, no se deben perder”, comentó la maestra jubilada.
Luego de tantos años de dedicándose a los jóvenes y niños, la profe Castro está convencida en que la docencia es una vocación muy bonita, llena de mucho esfuerzo y responsabilidad para quien decide dedicarse a ello.
“El que quiere ser educador tiene que pensar que hay que dar todo de sí, y sin esperar nada a cambio, requiere una gran dedicación”, afirmó Castro.
Enseñar se trata de dar conocimientos a otros, pero la recompensa del maestro es eterna, pues se queda en los corazones de sus alumnos para toda la vida; así lo visualiza la profe Castro, que se emociona cuando camina por la calle y sus exalumnos la reconocen y le saludan.

“Hola, seño u hola, profe, es algo que no tiene precio para mí, se siente una gran satisfacción haberles enseñado algo y que ahora sean gente de éxito, esas palabras van directo al corazón, son el mejor regalo que puedo recibir, porque son como mi segunda familia”, sostuvo la profesora retirada que aún recuerda con alegría la importante labor a la que dedicó buena parte de su vida.