La mujer es empleada doméstica y tortillera, ambos empleos le permiten mantenerse a ella y a su madre.
Es muy común ver como las madres se sacrifican por sus hijos para sacarlos adelante, pero muy pocas veces se reconoce el cambio de roles, cuando los padres se vuelven ancianos, esa es la historia de Rosa Cándida Carrillo de 43 años que desde muy joven empezó a trabajar como empleada doméstica para ayudar a su madre económicamente, ese sacrifico le costó perder la oportunidad de estudiar y se quedó tan solo con educación media.
Su madre Elena Carrillo de 81 años, está a su cargo y desde hace unos años se encuentra mal de salud por lo que no puede valerse por sí misma, razón por la que Rosa ha dedicado buena parte de su vida en ayudarla.

Rosa se levanta cada día a las 6:00 de la mañana, primero prepara el desayuno a su madre, realiza los oficios domésticos de su hogar y se prepara para ir a trabajar como empleada en una tortillería y posteriormente trabaja realizando labores domésticas en el mismo lugar, lo cual le permite tener un ingreso mensual de alrededor de 150 dólares.
“Es muy duro tener un sueldo bajito, porque solo me permite llevar el sustento de la casa, a veces no me ajusta para comprar el medicamento de mi madre o ahorrar”, lamentó Carrillo.
Son entre ocho y 10 horas diarias en las que con el sudor de su frente logra llevar el sustento a su hogar, pero Rosa aseguró que el sacrificio lo vale por el amor a su madre, pues su mayor inspiración es verla feliz y que no le falte nada.
Lleva seis años en el empleo y sostiene que sus clientes la conocen y la aprecian mucho, desde tempranas horas empieza a vender tortillas en el barrio El Calvario de Chinameca, zona cercana a su casa que le permite incluso estar al pendiente de su madre en sus pocos ratos libres.
Rosa comentó que en un futuro le gustaría tener una tienda en su casa y sobrevivir de ese ingreso, para poder cuidar de su madre sin tener que salir de su casa.